Dos Hojitas

Mientras servía el agua hirviendo en la taza me di cuenta de algo. Los tés que tomo ahora ya no son esos tés. Al principio pensé en lo más lógico: esos tés estaban hechos con la planta de cedrón de tu patio y estos con saquito, por lo que jamás van a tener el mismo sabor. Pero no todo es lógica en la vida. Por lo menos en la vida del humano.

Sin darme cuenta devalué el té. Ya no tiene el mismo significado que antes.

La costumbre era preparar un té antes de irnos a dormir mientras veíamos Tom y Jerry sentados en la mesa. Me fascinaba entender que esos sobrecitos que usaba mi vieja tenían las mismas hojas que salía a buscar con la linterna. Un té que duraba 30 minutos pero que para mi trastornada percepción eran horas. Un té que anticipaba el fin de un día más. Un día homogéneo y sin preocupaciones más allá de los caprichos que podía tener a esa edad.

Ahora son dos o tres tés por día, de cinco minutos y mientras hago alguna actividad que me vuelve un poquito más loco. Son una excusa para tener algo en la mano o para perder un poquito de tiempo. Ya no lo disfruto.

Capaz debería sentarme un ratito a escuchar los grillos.

Capaz te extraño a vos y esto de los tés es una excusa para escribirte un par de renglones.

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