Miedos Modernos
Qué curioso es que comenzamos a agruparnos para protegernos de los peligros que genera el mero hecho de existir. Creamos tribus, aldeas y familias con el objetivo de no sentirnos tan solos e indefensos. Buscamos formas de contrarrestar los peligros que habitan ahí afuera. Algunos diferenciables y temibles, con caras que, sin hablar, nos dicen que la situación no tiene marcha atrás. Otros invisibles y letales que, sin dar aviso, nos van quitando lentamente la posibilidad que se nos había dado de vivir.
Entre todos aprendimos técnicas y métodos para fabricar herramientas, construir refugios y hasta engañar a la muerte. Le asignamos nombres y símbolos a las cosas para poder comunicarnos y, a la vez, comprender ese confuso sistema al que ahora llamamos “naturaleza”. Percibimos manifestaciones del espacio y las tomamos como símbolos para buscar una presencia superior que nos guiara y protegiera.
De a poco fuimos perdiendo el miedo a lo desconocido. Las caras que nos resultaban espantosas y eran sinónimos de muerte empezaron a parecernos débiles, manipulables y hasta quizás inferiores, logrando así que, en un cierto punto, dejáramos de considerarlas parte de este juego.
La tecnología siguió avanzando y eso de “vivir” fue tornándose cada vez más simple frente a nuestros ojos. Nos creímos especiales y únicos. Superiores a cualquier cosa que habitara este planeta, incluidos nuestros vecinos. En algún momento olvidamos cómo empezó esta historia. Olvidamos el rostro del miedo y comenzamos a ridiculizarlo. Olvidamos que nos habíamos reunido para apoyarnos y para no sentirnos tan… solos.
Ahora también nos reunimos, pero en grupos más chicos, y, a pesar de que seguimos resguardándonos de la naturaleza, ya no nos preocupan los leones hambrientos, el tétrico ruido de una tormenta que se aproxima o la funesta vista de los cultivos que fueron arrasados por el frío. Tuvimos que desarrollar sistemas nuevos de seguridad que nos hacen sentir a salvo pero que a la vez nos controlan. Aparatos que nos atan pero nos permiten ser libres. Dispositivos simples pero a la vez capaces de engañar a un hombre. Porque, ahora, nos cuidamos de nosotros mismos.