Es muy fácil perderse

Es muy fácil perderse

Eso. Es muy fácil perderse entre tanto ruido, entre tanta gente.

(Si te desconcentras) de a poquito te vas perdiendo, como cuando te metés a un río y la corriente te lleva y no podés hacer pie.

O cuando te despertás de una siesta sin saber qué día es o dónde estás.

Es parecido también a esos momentos de la era confite (AKA la niñez), cuando corrías sin mirar atrás para escaparte de algún primo o amigo, hasta que frenabas para darte vuelta y no ver ninguna cara conocida.

Perderse es dejar de ser uno mismo. Obviamente nadie se pierde a propósito, porque perderse mentalmente no es como perderse físicamente.

Cuando te perdés físicamente te das cuenta al toque: vas caminando, levantás la mirada y no sabés dónde estás. Eso te puede llevar a lo sumo 5 minutos si ibas muy manija mirando el teléfono.

El hecho de perderse mentalmente es más complicado porque, mirando el ’todo’, es mucho más difícil detectar algo que te diga “no, man, estás flasheando, ¿dónde pingo estamos?”

Por eso es muy fácil perderse. Porque el cambio es muuuuy gradual, y porque, cuando te diste cuenta de que estás en cualquiera, la situación se te fue bastante de las manos.

Perderse lleva a encontrar cosas nuevas, sí. Pero también lleva consigo perder tiempo y todo ese estrés de no reconocerse a uno mismo.

¿Se puede crecer sin pérdida?

Yo creo que el hecho de encontrarnos perdidos nos dice que sabemos a dónde ir. O al menos que no estamos donde queremos estar.

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