intensidad
Antes me molestaba ser intenso. Me generaba una incomodidad que no me permitía ser en mi cuerpo. Siempre pequé de frío. No me sale ser expresivo. Lo siento forzado. Recién cuando leí a Benedetti entendí lo que me pasaba.
“A mi me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando el máximo sólo para las grandes ocasiones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo, ¿Qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en la vida, en cada individuo) en los que uno debe apelar al corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mi lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.”
— La tregua - Mario Benedetti
Cada tanto, en una de esas caminatas donde me paro a pensar, miro hacia abajo y me veo ahí, con el corazón en la mano. Y eso, como empecé contando, antes me molestaba.
A veces olvidamos que toda esa intensidad que descargamos en otro, en realidad sale desde adentro nuestro. Esa energía es lo que tenemos para aportar en cualquier contexto. Es la misma energía que aparece cuando abrazas a tu mascota, cuando cocinas algo con amor para que salga bien. Es la misma energía que usamos cuando hacemos algo que realmente nos gusta y el tiempo se nos pasa volando.
Ese amor en realidad es nuestro, y el otro es simplemente un reflejo de lo que tenemos para dar.